¿Adónde vamos, lentamente o de pronto?
lobos y cabritos
.
Nunca sabrás que tu alma viaja
dulcemente refugiada en el fondo de mi corazón,
al que tropieza,
al que derrama un vaso,
al que no recuerda,
que es distraído, el centinela
que no puede evitar la leve
palpitación de los párpados;
les tengo cariño
porque veo en ellos el temblor,
el conocido tintineo
del mecanismo roto.
Calla el objeto intacto, no tiene voz,
sólo movimiento. Aquí, en cambio,
falló el artefacto,
el juego de las partes,
se desprende una pieza,
se delata.
Adentro algo baila.
Confesión
Manual de urbanidad
Para qué tanta ceremonia, indirectas,
Puñaladitas bajo cuerda, gasto suntuario,
Cortina de humo o envoltura contaminante
De una desnuda frase: No puedo verte
O No te soporto.
Es decir, soy ciego
A nuestra humana luz compartida.
O bien, no resisto
El peso de otra dolencia errante agregada
A mi invencible pesadumbre.
***
Me abrazó y apretados el uno contra el otro sentimos, mudos, juntos, el alivio del contacto físico. Nos invadió, eliminando todo el resto. Alivio y felicidad. Las preguntas que habíamos preparado, las explicaciones que él quería darme, las palabras que esperábamos uno de otro se desvanecieron. Hoy no hay tiempo, pensábamos. Hoy no hay tiempo sino para este bálsamo de la presencia física. Estar abrazados sin una caricia ni una palabra.
Amarla es difícil
Fragmento de El infinito en un junco
Si alguien lee para ti, desea tu placer; es un acto de amor y un armisticio en medio de los combates de la vida. Mientras escuchas con soñadora atención, el narrador y el libro se funden en una única presencia, en una sola voz. Y, de la misma forma que tu lector modula para ti las inflexiones, las sonrisas tenues, los silencios y las miradas, también la historia es tuya por derecho inalienable. Nunca olvidarás a quien te contó un buen cuento en la penumbra de la noche.
*.*
En: https://www.pagina12.com.ar/107964-como-buscar-un-tesoro
El jardín de los senderos que se bifurcan
"The End"
Ella dijo:
No tengo nada que ofrecerte.
Ella dijo:
No temas estar solo.
Ella dijo:
No es un golpe mortal.
Él decía:
Lo que no me convence
es este tajo en
la garganta, en el corazón, en la memoria.
Algunas palabras de Olga Orozco sobre la poesía
"...ayuda a las grandes catarsis, a mirar juntos el fondo de la noche, a vislumbrar la unidad en un mundo fragmentado por la separación y el aislamiento, a denunciar apariencias y artificios, a saber que no estamos solos en nuestros extrañamientos e intemperies, a descubrir el tú a través de yo y el nosotros a través del ellos, a entrever otras realidades subyacentes en el aquí y el ahora, a azuzarnos para que no nos durmamos sobre el costado más cómodo, a celebrar las dádivas del mundo y a extremar significaciones, ¿por qué no?, cuando la exageración abarca la verdad"
*
¿Oís el río?
¿Oís el río, Okusai? No está lejos.
Tiene el sonido ambiguo de la vida.
Son como cascotitos limpiándose
con la corriente, algo múltiple.
Prestá atención. Detrás del ruido
se ve el nacimiento rudo de las cosas,
eso íntimo, desesperado casi, casi
enorme en su notoria nimiedad.
¿Oís, Okusai? ¿Ves? No necesito
que me pongas esa cara de tintorero
feliz. Dejate ir nomás, un poco.
¿O vinimos nada más que para esto?
Para hacer un talismán
hecho a la viva imagen de tu demonio o de tu dios.
Un corazón apenas, como un crisol de brasas para la idolatría.
Nada más que un indefenso corazón enamorado.
Déjalo a la intemperie,
donde la hierba aúlle sus endechas de nodriza loca
y no pueda dormir,
donde el viento y la lluvia dejen caer su látigo en un golpe de azul escalofrío
sin convertirlo en mármol y sin partirlo en dos,
donde la oscuridad abra sus madrigueras a todas las jaurías
y no logre olvidar.
Arrójalo después desde lo alto de su amor al hervidero de la bruma.
Ponlo luego a secar en el sordo regazo de la piedra,
y escarba, escarba en él con una aguja fría hasta arrancar el último grano de esperanza.
Deja que lo sofoquen las fiebres y la ortiga,
que lo sacuda el trote ritual de la alimaña,
que lo envuelva la injuria hecha con los jirones de sus antiguas glorias.
Y cuando un día un año lo aprisione con la garra de un siglo,
antes que sea tarde,
antes que se convierta en momia deslumbrante,
abre de par en par y una por una todas sus heridas:
que las exhiba al sol de la piedad, lo mismo que el mendigo,
que plaña su delirio en el desierto,
hasta que sólo el eco de un nombre crezca en él con la furia del hambre:
un incesante golpe de cuchara contra el plato vacío.
Si sobrevive aún, si ha llegado hasta aquí hecho a la viva imagen de tu demonio o de tu dios;
he ahí un talismán más inflexible que la ley,
más fuerte que las armas y el mal del enemigo.
Guárdalo en la vigilia de tu pecho igual que a un centinela.
Pero vela con él.
Puede crecer en ti como la mordedura de la lepra; puede ser tu verdugo.
¡El inocente monstruo, el insaciable comensal de tu muerte!
El milagro
Porque si llega, cuando llegue,
llegará como es:
fácil, claro, sencillo,
sin grandes resplandores,
sin que la tierra tiemble,
sin que el cielo se nuble.
Será suave y fraterno
con su mano en tu hombro.
No habrá cambiado casi nada:
solo tu corazón.
Queroqué la rana
en un estanque de lotos,
cabeza abajo y pataleando al cielo;
el cielo del somorgujo
era para mí una fuente de asombro.
Mi nombre es Queroqué,
título que yo misma me conferí, naturalmente.
Un día fui atrapada en una red
... y llevada sin demora a la universidad,
exactamente, al laboratorio Galvani.
Algunos estudiantes (como suele suceder),
susurrando una barcarola lo pasaron por alto….
Aquella tarde, en el año 1780,
un escalpelo fue aplicado en mi abdomen
y el mundo concibió la idea de la corriente eléctrica.
Estaba muerta,
estaba fuera de este mundo,
el cielo italiano era muy, muy hermoso.
*
te aprieto a mí
como si hubiera un poco de justicia en mi corazón
y yo te la pudiese dar con el cuerpo.
Cuando revuelvo tus cabellos
algo hermoso se forma entre mis manos.
Y casi no sé más. Yo solo aspiro
a estar contigo en paz y a estar en paz
con un deber desconocido
que a veces pesa también en mi corazón.
*
me rehúso a calcular la distancia,
a quedarme en el borde,
a no correr el riesgo.
me niego rotundamente
a evitar el incendio,
a callar los verbos.
¿qué cosa tan grave
podría pasar?
ya sé morir en el intento.
voy a saltar,
una vez más yo voy a saltar.
Destino
no ha estado vivo nunca.
Ninguno está tan cerca. A ningún otro hiere
un olvido, una ausencia, a veces menos.
Matamos lo que amamos. ¡Que cese ya esta asfixia
de respirar con un pulmón ajeno!
El aire no es bastante
para los dos. Y no basta la tierra
para los cuerpos juntos
y la ración de la esperanza es poca
y el dolor no se puede compartir.
ciervo con una flecha en el ijar
que huye y se desangra.
de pupilas de vidrio; su actitud
que es a la vez reposo y amenaza.
el reflejo de un tigre.
-antes que lo devoren- (cómplice, fascinado)
igual a su enemigo.
con sus cabellos en los míos,
tiene la forma de mis manos
y tiene el color de mis ojos.
Se ha sumergido en mi sombra,
como una piedra en el cielo.
Ella tiene los ojos siempre abiertos,
y no me deja dormir;
a plena luz sus sueños
evaporan los soles,
me hace reír, llorar y reír,
Hablar sin tener nada que decir.
he encontrado el sol y lo guardo en la sangre,
lo hago dormir en las venas,
me esfuerzo por seguirlo como un girasol,
ahuyento la noche levantando la cabeza para no perderlo
y bebo rápido tragos de luz.
Los dos somos uno. No existimos por separado el sol y yo,
y como pareja intercambiamos nuestros luminosos dones...
El sol me ofrece y yo ardo en cuentos, una y otra vez.
La palabra justa que explica
una vida que desborda el universo;
el ensayo de su efecto en la mente
que era pero ya no será ciega.
Así me gustaría estar todo el año...
El sonido silencioso que hace el sol
cuando cuece mi alma vibrante
y todas las cuerdas de mi arpa se llenan de fuego
que quema mis deseos rancios
y allí estoy, al mediodía y a la luz:
el más querido y asoleado sabueso de Dios
Insinuarse
sobre el tiempo y la atracción…
pasar sin dejar huellas,
pasar sin dejar sombra
en las paredes…
Quizás renunciando
vencer? ¿Quién del espejo se borra?
Así: como Lermontov en el Cáucaso
colarse sin inquietud en las rocas.
Es quizás la mejor diversión
con los dedos de Sebastián Bach
del órgano provocar el son?
Despedazarse sin dejar
cenizas para la urna…
Quizás por engaño
vencer? ¿De toda latitud darse de alta?
Así en el tiempo tal océano
colarse sin inquietar las aguas…
El rastro
hombres por quienes alguna vez sentí
el más salvaje, más doloroso deseo,
aún retienen, en su transformación duradera,
alguna fragancia de aquellos tiempos,
como una caja donde alguna vez
se guardaron las hojas de una hierba exótica,
una hierba de propiedades variadas, útiles y peligrosas,
hace tiempo consumida.