De golpe se explicaba para qué había nacido yo con mano dura, y para qué había nacido sin asco del dolor. ¿Para qué te sirven esas uñas largas? Para arañarte mortalmente y para arrancar tus espinas mortales, responde el lobo del hombre. ¿Para qué te sirve esa cruel boca de hambre? Para morderte y para soplar a fin de que yo no te lastime demasiado, mi amor, ya que tengo que lastimarte, yo soy el lobo inevitable, pues me fue dada la vida. ¿ Para qué te sirven esas manos que arden y aprisionan? Para quedarnos de manos juntas, pues necesito tanto, tanto, tanto, aullaron los lobos, y miraron intimidados las propias garras antes de acurrucarse uno con el otro para amar y dormir.
.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario