Leíamos un día por pasatiempo las aventuras de Lancelote, y de qué modo cayó en las redes del Amor; estábamos solos y sin abrigar sospecha alguna. Aquella lectura hizo que nuestros ojos se buscaran muchas veces y palideciera nuestro semblante; mas un solo pasaje fue el que decidió de nosotros. Cuando leímos que la deseada sonrisa de la amada fue interrumpida por el beso del amante, éste, que jamás se ha de separar de mi, me besó tembloroso en la boca; el libro, y quien lo escribió, fue para nosotros Galeoto; aquel día ya no leímos más
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