.
(soliloquio de Heathcliff)
Vadear ahora la sangre del corazón,
su hondura tibia. Ni avanzar ni rendirse,
nada aquí
que ganar o que me pertenezca
salvo saber que moriremos todos
y desear abrazarte al resplandor
fosforescente
de esa conciencia; no estar solos allí.
Temiendo acariciar -hiriéndote-
esto que ambos sabemos,
corderos ambos;
temiendo tu dolor, su dulce sombra,
temiendo gozar el eco de mi muerte en tu cuerpo
me detengo, Catherine amada,
me clavo en el agua del tiempo,
le cedo el paso al miedo de cruzar
el desierto de mí
y soy mi páramo.
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