Pronto me acostumbré a llamarlo. A veces desde la casa de mi maestra de canto. Hablábamos poco tiempo. Nos recomendábamos libros. Leíamos a Colette, a Maupassant, a Vigny. Nos dábamos cita para leerlos a la misma hora. "A las diez, esta noche. ¿Puede?" A veinte cuadras de distancia, yo en mi casa, él en la suya, leíamos. Al día siguiente, comentábamos la lectura (...) Alguna vez nos dimos cita en una librería, para vernos de lejos. No nos saludábamos. No íbamos más allá de la mirada.
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