Le agradeceré conmovida su excesiva generosidad conmigo. Pero que me disculpen si rehuyo toda exhibición de humildad. Tengo a la humildad por una virtud tan indispensable que no quisiera exponerme a destruirla jactándome de ella. Reacciona como la sensitiva; no soporta el contacto de las palabras sin replegarse. Más aún, desaparece a la menor alusión. Es una virtud innominable. Sólo puede practicarse en silencio. Pierde su valor, cesa de existir en cuanto nos adornamos espectacularmente con ella. No podemos decir que la poseemos sin aniquilarla.
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