Es un suspenso insoportable, un cuenco vacío que no se sabe con qué llenar. Pero ya lo están llenando. Han comenzado a caer enormes gotas contra mi cara sin máscara, contra la tierra ávida. No veo la tierra, pero supongo que las absorbe, que las guarda intactas, que las esconde con avaricia. Y ahora que son más rápidas, más incesantes, debe de afanarse por ocultarlas velozmente en los profundos rincones, debajo de algún pliegue. Dentro de mil años podrán excavar: encontraran esta lluvia sepultada y yo les explicaré cómo fue.
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