Pero entre una y otra rama, entre uno y otro paso de esa operación, hay algo que no se puede desentrañar, hay un más que no se sabe de dónde extraer para agregar. Sin duda de un fondo común, al que cada parte debe ser reintegrada después de muchos trabajos y transformaciones. Yo pienso que mi explicación está en ti, tú que has añadido el signo de esta cifra hecha de innumerables fracciones, y cuya fundación es un cálculo desconocido todavía.

Es alguien que consideró su propio nombre como la primera de las imposturas, como una cáscara que era necesario disolver para volver a crear, con esos fragmentos transportados por cada uno, la infinita y simple cantidad primera. El camino estaba en subir más allá de esa copa, remontándola en una sustracción que aumentaba e igualaba todas las cifras, que las unía en un Uno Total. La creación no estaba en seguir hacia abajo, sino hacia arriba. No advirtió que así pretendía trocar en árbol de conocimiento el árbol de la vida. Se detuvo en combinaciones sin resultado, en pruebas que volvieron a dar el mismo número. No tuvo suficiente poder o humildad, ni amor o sabiduría. Tal vez le faltó siempre el necesario desapego, y solo consiguió esta vez consumir en sí misma las raíces, inscribir su pequeño uno, ajeno e impar, sobre un puñado de cenizas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario