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No puedo avenirme a considerar la manera de sus versos, pues todo intento de crítica está muy lejos de mí. Nada es tan ineficaz como abordar una obra de arte con las palabras de la crítica: de ello siempre resultan equívocos más o menos felices. Las cosas no son tan comprensibles y descriptibles como generalmente se nos quiere hacer creer. La mayor parte de los acontecimientos son indecibles, se consuman en un ámbito en el que que jamás ha penetrado palabra alguna, y más indecibles que todo son las obras de arte, existencias misteriosas cuya vida perdura, al contrario de la nuestra, que pasa.
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Pregunta usted si sus versos son buenos. Me lo pregunta a mí. Antes se lo ha preguntado a otros. Los envía a las revistas. Los compara con otras poesías, y se inquieta cuando ciertas redacciones rechazan sus ensayos. Ahora (ya que usted me ha permitido aconsejarle), ruégole que abandone todo esto. Usted mira a lo exterior, y esto es, precisamente, lo que no debe hacer ahora. Nadie le puede aconsejar ni ayudar; nadie. Solamente hay un medio: vuelva usted sobre sí. Investigue la causa que le impele a escribir; examine si ella extiende sus raíces en lo más profundo de su corazón.
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Y si de esta vuelta a lo interior, si de este descenso al mundo propio surgen versos, no pensará en preguntar a nadie si los versos son buenos. Tampoco tratará de que las revistas se interesen por tales trabajos, pues verá en ellos su preciada posesión natural, un trozo y una voz de su vida. Una obra de arte es buena cuando ha sido creada necesariamente. En esta forma de originarse está comprendido su juicio: no hay ningún otro. He ahí por qué, estimado señor, no he sabido darle otro consejo que éste: volver sobre sí y sondear las profundidades de donde proviene su vida; en su fuente encontrará la respuesta a la pregunta -si debe crear-. Admítala como suene, sin sutilizarla. Acaso resulte que usted sea llamado a devenir artista. Entonces tome usted sobre sí esa suerte y llévela, con su pesadumbre y su grandeza, sin preguntar jamás por la recompensa que pudiera llegar de fuera. Pues el creador tiene que ser un mundo para sí, y hallar todo en sí y en la naturaleza, a la que se ha incorporado.
Pero después de este descenso a su mundo y a sus soledades, tal vez usted deba renunciar a llegar a ser poeta (basta sentir -como queda dicho- que se podría vivir sin escribir, para no permitírselo en absoluto).
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Si su vida cotidiana le parece pobre, no la culpe, cúlpese usted.
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Naturalmente, ha de saber usted que toda carta suya siempre me complacerá, y tiene que ser indulgente en cuanto a las respuestas, ya que a menudo quedará con las manos vacías; porque en el fondo, y justamente en las cosas más profundas y más importantes, estamos indeciblemente solos, y para que uno pueda aconsejar a otro o, lo que es más, ayudarlo, y para que siquiera una vez se obtenga buen éxito, mucho debe suceder, mucho debe ser logrado, toda una constelación de cosas debe cumplirse.
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Solamente se hace uno más y más conocedor, más agradecido y, en cierto modo, mejor y más sencillo en el mirar, más penetrado de fe en la vida, y en la vida, más dichoso y más grande.
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Las obras de arte son de una infinita soledad, y por nada tan poco abordables como por la crítica. Solamente el amor puede comprenderlas y tratarlas y ser justo con ellas. Dése usted siempre razón, y désela a sus sentimientos ante cada discusión, nota crítica o prólogo de tal laya, y aun si usted no tuviera razón, el crecimiento natural de su vida íntima lo conducirá, despacio y con el tiempo, a otras certezas. Deje que en sus juicios se opere el desarrollo propio, tranquilo, no perturbado que, como todo progreso, tiene que derivar en lo íntimo, sin que pueda ser acelerado o instado por nada. Todo es: llevar hasta el término, y después dar a luz.
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(...) aquí siento que sobre esos problemas y sentimientos que en lo profundo tiene una vida propia, nadie puede contestarle, pues hasta los mejores yerran en las palabras cuando tienen que significar lo más sutil, lo casi indecible
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(...) tenga paciencia frente a todo lo no resuelto en su corazón, y que trate de amar los problemas mismos como a cerrados aposentos y como a libros escritos en un idioma muy extraño. No busque ahora respuestas; no le pueden ser dadas porque no podría vivirlas. Y de eso se trata: vivirlo todo.
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Y también en el hombre hay maternidad -me parece- espiritual y física; su engendrar es, asimismo, una manera de dar a luz; y hay alumbramiento cuando crea de su íntima plenitud.
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Pues lo que hace falta es sólo esto: soledad, gran soledad interior. Ir-hacia-sí, y durante horas no encontrar a nadie; he ahí lo que hay que lograr. Estar en soledad como lo estaba uno de niño, cuando las personas mayores iban y venían enredadas en cosas que si parecían importantes y grandes era porque esos mayores tenían el aire tan atareado y porque nade se comprendía de su hacer.
Y un día, cuando se advierte que sus ocupaciones son míseras, yertas sus profesiones, y que ya no están vinculadas con la vida ¿ por qué no continuar, igual que un niño, mirándolas como algo extraño, desde el fondo del mundo propio, desde el ámbito de la soledad propia, que es también trabajo y jerarquía y oficio?
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Su acontecer íntimo es digno de todo su amor; en él debe usted trabajar de algún modo y no perder demasiado tiempo ni demasiado ánimo en aclarar su posición respecto a los demás.
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¿Usted no ve, pues, cómo todo lo que sucede es siempre un comienzo; y no podría ser ello Su comienzo; ya que comenzar, en sí, es siempre tan hermoso?
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Usted ve: he copiado su soneto porque lo hallé hermoso y sencillo, y nacido con la forma en que va con tan discreta soltura. Son los mejores versos que he leído de usted. Y le ofrezco esta copia porque sé que es importante y reporta nuevas enseñanzas reconocer un trabajo propio en ajena escritura. Lea los versos como si fuesen ajenos y sentirá en lo íntimo cuán suyos son.
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Y esto todavía: no crea que aquel grande amor que a usted, al niño una vez le fue impuesto, se haya perdido. ¿Puede decir si por entonces no maduraron en usted grandes y buenas aspiraciones y designios, de los cuales todavía hoy vive? Creo que aquel amor permanece en su recuerdo tan fuerte y poderoso porque él fue su primer aislamiento profundo, el primer trabajo interior que usted ha hecho por su vida.
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(...) lo que llamamos destino sale de los hombres, no entra en ellos desde afuera
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En el fondo, el único valor que se nos exige es: ser animosos ante lo más extraño, prodigioso e inexplicable que pueda acaecernos.
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Pero el temor a lo inexplicable no sólo ha hecho más pobre la existencia del individuo; también las relaciones entre un ser humano y otro han sido limitadas por él, y por así decirlo, desviadas del cauce de las infinitas posibilidades hacia un lugar yermo de la orilla, al que nada ocurre. Pues no es únicamente la desidia lo que hace que las relaciones humanas se repitan de caso en caso indeciblemente monótonas y no renovadas: es el temor a toda vivencia nueva, imprevisible, a la que uno se considera incapaz de afrontar. Pero sólo quien está apercibido para todo, quien nada excluye, ni aún lo más enigmático, sentirá las relaciones con otro ser como algo vivo, y agotará por sí mismo su propia existencia.
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Así, querido señor Kappus, no debe alarmarse cuando una tristeza se eleve ante usted, tan grande como nunca haya visto; cuando una turbación pase como luz o sombre de nubes sobre sus manos y sobre todo su hacer. Debe pensar que algo en usted se verifica, que la vida no lo ha olvidado y que lo tiene en la mano; ella no lo dejará caer.
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No se observe demasiado. No extraiga conclusiones precipitadas de lo que le ocurra; déjelo ocurrir, simplemente.
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Por lo general, hay que ser muy cuidadoso con los nombres; a menudo el nombre de un crimen es el motivo por el cual se rompe una vida; no la acción misma, sin nombre y personal, que acaso fue, de esa vida, una necesidad determinada que pudo haber sido incorporada por ella sin dificultad.
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En cuanto a lo demás, deje que la vida le acontezca. Creáme: la vida tiene razón en todos los casos.
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Y que las circunstancias trabajen en nosotros; que nos coloquen de vez en vez ante las grandes cosas naturales, es todo lo que hace falta.
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